Seis y media de la mañana…me despierta dulcemente Chayanne desde mi móvil, que es una forma sutil y dulce de decirme que empieza otra jornada de trabajo, que esperan todo de mí, hasta mi espacio intimo de aire, mi libertad de decisión y que será con suerte tedioso, igual que ayer…
Desde la ventana veo la luna que reflejándose tímida en la piscina, lánguida, olvidada y melancólica…Ya han muerto los sonidos del verano, las risas, el chisporroteo del agua, el olor del césped y de la noches distendidas…se van desnudando groseros los árboles formando con sus ropas una alfombra oscura y crujiente, y el aire mueve la vida fuera, invitándonos al recogimiento y a lo interior tras el vidrio…
Absorta en mis pensamientos ,tomo mi primer café e intento ilusionarme con el nuevo día apenas recién nacido, repasando mentalmente las etapas del día, en busca de algo que brille con más intensidad que la satisfacción de la obligación cumplida,que ilumine más el alma que el premio de la nómina fija, que rompa el cimiento de lo cotidiano, y nos envuelva en sueños sin sueño, sin el cansancio de la desidia matinal, que convierta la oscura carretera de procesión de faros, en camino de luciérnagas aladas hacia el amanecer de otros intereses necesarios, no de los intereses ajenos impuestos sobre la base del poder, que poco tiene que ver con mis deseos y mis sueños…
Mientras conduzco, escucho a Juan Luis Guerra, que sigue buscando visa para un sueño, y me asalta de repente la sensación de ser ingrata, por tener lo que muchos necesitan, y no consiguen, en la conciencia de estar viva, de poseer capacidades que no aprecio...y caigo en la cuenta que soy afortunada, que quizás no nos enseñaron que la felicidad, la llevamos de serie…canto entonces, a ritmo de bachata mientras amanece, ante la atónita y dormida mirada de los coches vecinos, cambiando la soledad en sonrisas…
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