Era Marzo. Sólo había primavera en mi recinto. Cantaban las hojas verdes de las orgullosas rosas que sobrevivían al invierno, florecía el manzano en blanco titubeante y las lilas asomaban tímidas desafiando el aire frío y cortante…pero yo me había empeñado en que ya era primavera, en que tú nacerías en el preciso instante que yo eligiese y en cultivar tulipanes entre la hierba verde de nuestro jardín, donde solo acampaban a sus anchas malas hierbas y amapolas…
Pasaban los días y ni llegaba la primavera, ni tú querías nacer, y contemplaba desesperada como los topos se comían los bulbos plantados el día anterior…
Tenía tu misma edad de ahora y aunque sabía muy bien lo que quería y cómo, no conseguía aceptar que el cuando no estaba en mi mano…y aprendí que todo llega a su tiempo. Pasaron los días observando la lluvia y el jardín y cuando terminaba el mes
Salió el sol y viendo abrirse un pequeño brote rojo, sonreí y supe que era el momento.
Así llegaste tú, un día como hoy de hace 22 años, ví tu carita por primera vez y tu olor inconfundible que jamás he olvidado. Llegaste con una estrella en el pecho, como la princesa del cuento, que estará siempre contigo y dos luceros por ojos…me sentía feliz con ese pequeño universo en mis manos cuando volvimos a casa. Nevaba, y para mi sorpresa el jardín nos recibió con un manto rojo de preciosos tulipanes dándote la bienvenida…
Desde entonces cada año, el día de tu cumpleaños, el jardín te regalaba todos los tulipanes que cabían en él…y yo cesé en mi empeño de cultivadora. Porque coseché lo mejor del mundo…a ti, mi “niña tulipán”.
…Por cierto...¿sabes cual es mi flor preferida?
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