1938
Rosario mira embelesada a su niña, un dulce bebé de mejillas sonrosadas que duerme plácida junto a la lumbre, ajena a la miseria que ha dejado la guerra.Y mientras enebra de nuevo la aguja junto al candil de aceite sucio, piensa que ha sido un regalo del cielo. Ahora es viuda y sus tres hijos varones trabajan en el campo, sus dos hijas son sirvientas en la casa del señorito, y ella remienta,zurce y cose ropa de todo tipo para sacar adelante la casa, aunque sea con un poco de tocino añejo y pan negro.
Pero la alegría le invade sus pequeños y cansados ojos azules, que más que treinta años, pareciese que hubiesen visto cien guerras, cuando mira a la pequeña Emilia. No se separará de ella, no se casará, ni tendrá que arrodillarse a enjabonar la casa de la señora, porque es la pequeña, la que estará con ella todos los dias de su vida y la asistirá en su lecho de muerte. Así ha sido siempre, y así es como debe ser. Sonrie mientras moja un trapo en la leche de cabra tibia para ponerlo en su boca, así no notará el hambre de los senos de su madre. Tiene que criarse con salud, porque es la niña de su vejez.Ha tenido suerte, mucha suerte.
2006
No hay mal que por bien no venga, piensa Julia mientras se acerca a la casa de su hija, que bueno, realmente es suya, porque desde el divorcio, no ha levantado cabeza y le ha dejado la vivienda para que pueda tirar con su sueldo. Antes apenas la veía, porque con un hombre en casa, no quería molestar. Abre sigilosa con su llave y encuentra a la pequeña con el ordenador de nuevo. La manda a estudiar. Hay que ver que mal genio tiene la niña, esa mala educación la habrá aprendido claramente de su padre. Le gusta llegar así, por sorpresa, porque no quiere que lleve amigas ni amigos a casa, ya ha tenido bastante. Además tiene cuarenta años, que no se piense que va a rehacer su vida con esa edad. Ya sus pechos no son lo que eran, y la depresión del divorcio no le ha favorecido. De cualquier modo ahora depende de ella, no podría mantener a las niñas sin su ayuda.No debió casarse, se lo advirtió. Pero nunca es tarde, por fin podrá ocuparse de ella. Es su hija pequeña y no tiene marido. A ver que otra cosa puede hacer. No hay mal que por bien no venga, sonrie Julia. Ya tiene setenta años, y ha tenido suerte, mucha suerte.
2074
La historia está por escribir. Mira a tu hija y dile mientras te sonríe que no tendrá vida, porque será tu sombra, que no tendrá segundas oportunidades, y que vida solo hay una, y tú has elegido la tuya por las dos. Díselo si te atreves. O cambia la historia y pon su felicidad por encima de todo,de ti misma. Entonces,habrás cambiado el cuento y tendrás suerte, mucha suerte.
Esperemos que siga cambiando el cuento, y que las mujeres tengan la libertad de elegir siempre.
ResponderEliminarPrecioso Marga. Besines
Y yo repito las palabras de Tallina, porque tenemos que poder elegir siempre, pero pensando que hay veces en que la decisión no se toma solo por uno.
ResponderEliminarUn besazo.
...ojalá pudiese cambiarlo yo...pero la vida me ha dado algo q ya daba por perdido...la FELICIDAD, a tu lado y al suyo,para q ella también pueda ser un poco más feliz a pesar de todo...
ResponderEliminarAmor...tu has cambiado el cuento...has decidido no hacer esclavo el sufrimiento a un ser inocente...si alguien debe venir al mundo debe tener todas las cartas para ser feliz y es sabio decidir no concebirlo si no es posible .lo demàs no es cambiable.El amor de las dos te eligió a tí,porque eres el ser más bondadoso sobre la faz de la tierra...y ambas al tenerte si que tenemos suerte...mucha suerte!
ResponderEliminarAmor...tu has cambiado el cuento...has decidido no hacer esclavo el sufrimiento a un ser inocente...si alguien debe venir al mundo debe tener todas las cartas para ser feliz y es sabio decidir no concebirlo si no es posible .lo demàs no es cambiable.El amor de las dos te eligió a tí,porque eres el ser más bondadoso sobre la faz de la tierra...y ambas al tenerte si que tenemos suerte...mucha suerte!
ResponderEliminarMuy bonito Marga, todas y cada una tenemos el derecho a ponerle un final a nuestro cuento, nada ni nadie debería decidir por nosotras.
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